¿Acaso habría pasión en el desamor?
Así sin más, arrancándolo del alma;
Dejando partir septiembre, dejando las lágrimas atadas a un pañuelo.
El corazón colgaba de sus manos, ella, se lo había entregado.
Nada mitigaba el dolor. Los días que precedieron, aunque pocos, resultaron una eternidad en el infierno. Su alma atribulada, anudaba su vida a las mañanas, las noches insostenibles, sangraban espinas.
Él se había tornado distante, displicente. Sin embargo cuando ella entablaba una conversación, él le suplicaba que no lo abandonara: “no me dejes caer”, le decía, cual si fuera un niño.
Resultó un ser manipulador, con alta verbosidad, veleidoso.
Pensar que ella siempre le decía que para él siempre estaría, y ahora le resultaba un suplicio, un suplicio que la consumía.
Continuará
Bárbara Himmel-
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