Nada más que mis ojos huecos
y un vendaval de voces que se burlan.
Nada más que el triste caballo de madera
con la pata rota,
las tazas descuartizadas sobre la mesa indemne
y el caracol sin su coraza gris.
Nada,
ni el instante preciso
ni los sobres con clementes mentiras
tampoco mi rabia ni tu desdén.
Nada más que soldaditos de plomo,
barco de papel que se hunde,
lobo hambriento, calesita inmóvil.
Nada más que mi despojo y mis ganas de ti
apuñalando grietas.
Nada.
Del libro Paisaje de adentro
Gustavo Tisocco