Nada soy
hasta que tu mirada me construye,
hasta que tus ojos me modelan
sin saber si soy amigo o enemigo.
Porque aquí en el papel agazapado,
sólo espero el fulgor de una mirada
para clavar mis letras en tus ojos,
para hundirme hasta el fondo en tus entrañas
quebrantando la paz de tus sentidos.
¿Acaso esperabas un suave remanso de prados floridos,
una nube blanca con ángeles mansos,
una cristalina música de piano?
Quiero saltar, poseerte y habitarte
como habita la flecha el corazón herido.
Es decir, quiero ser tú, compartirte.
Garra soy, ala afilada,
el fuego en que has de arder,
el agua en que ahogarte,
el abismo sin fondo en el que hundirte.
Subiré por tu sangre envenenándote.
Recorreré tu carne desgarrándola
como felino hambriento y excitado.
También ansío acariciarte, mas ¡cuidado!,
que es toda garra siempre peligrosa
aun cuando sea amor lo que la mueve.
Esto soy: El poema. A ti me entrego.
En ti me reconozco y me diluyo.
A ti te pertenezco. Por ti existo.
Único, irrepetible, tus ojos me crearon
para ser tu verdugo o el agua de tus mares.
De El rostro prohibido
Sergio Barao Llop-