Y la luz fue. Colmando aquel vacío
agrisado, silente de la ausencia.
Y fue el tierno brotar de la conciencia
de tu cuerpo yacente junto al mío.
Y fue ardiente el susurro del estío.
Esa lluvia de besos. La vehemencia
de tus manos de clara transparencia
desbordando los cauces de mi río.
Con primicias de fuego enamorado
desatamos la sangre en desmesura
en el vértice mismo del asombro.
Presintiendo el futuro en el pasado,
con tu boca aferrada a mi ternura
en el roce del viento yo te nombro.
Cris Fernández-