Pájaros, pájaros
pequeños corazones
que humedecen el aire
como cristales de almas suspendidas.
De su levedad,
de su seda palpitante,
fluyen, vuelan, caen sonidos como perlas
penetrando,
alojándose en el espíritu del hombre.
Los pájaros aman el viento.
Se hablan con murmullos transparentes,
como una crisálida de hojas tiernas
y plumas que recién se conocen.
Siempre hay un halo, envolviéndolos,
cubriéndolos, un envolvente ensueño.
Y no nos queremos ir
para huir, juntos,
de la muerte.
Por eso, esta atmósfera dulce
sin los pájaros, no, no sería.
Un espacio inerte,
silencio lleno y oscuro.
Y no queremos.
Otra vez, el anuncio del árbol,
el diminuto cielo del arrullo
-vuelvan, vuelvan-
El alado bosque.
Amalia Mercedes Abaria-