Apenas roza la tarde su andamiaje de sueños;
el sopor no se reinventa
y sólo estamos:
subsecuentes hileras del trasbordo.
Yo fui, uno a uno, tanteando espejismos:
voces que estaban
suspendidas por su simetría con el viento
– desnudándolas ciego yo te esperaba.
Y te esperaba explayándote entera
sobre un lecho de andanzas convocadas.
(A manera de fakir subo los brazos hoy
pues me duelen los hombros
restableciéndose para abrazarte.)
Mas alguien pregunta por esta rara simbiosis;
yo estoy anclado y soy el árbol casi erguido
con sus ramillas nuevas verdeciendo;
soy casi el sol y su transparencia de nubes
viajándome eclipsadas.
Tú a veces vienes
y me tiendes la trampa secular
del abandono.
Pero muestras los geranios festivos
alardeando ante la ventana,
y yo en el baño
pregunto despectivo por la toalla
que aprendió a cubrirte.
Una mirada triste apenas pasa.
No es un sacrilegio pensarte aquí.
Aquí te quiere el aire y su trenza deslizándose,
continua.
Te espero. No soy quién
para reprochar el olvido
desmadejado de las tardes últimas
que quizá me entregaste.
Del libro Sed de otras piedras
Ronald Bonilla-