Yo persigo una esdrújula que fuera
detonante sagaz de mi energía,
estallido de sol y orfebrería,
utopías urdiendo una quimera;
una esdrújula tierna que impusiera
un fasto de color para mi día,
una pizca mitral de algarabía,
un labio tentador que se ofreciera;
una mano fraterna que tendiera
en un gesto de lírica alfarera
un ósculo brincando en armonía,
silueta de una niña que te espera
y un vibrante ¡te quiero! que te diera
el rizo a la pasión que fue tan mía.
Rodolfo Leiro-