Sube la voz y es regazo
en los charcos del alma,
se hace grande, rompe molestias
y en amasijo disimulado
calienta caldero, los quema,
luego silba, se ríe, se va
y las deja en el estupor
de una última brasa.
Del libro Horas de arena
Raquel Piñeiro Mongiello-