Busco el elogio de la lámpara
cuando veo el día.
Abrazo los perfumes del incienso
en aquel viejo cofre donde sueñan los fetiches.
Miro los papeles escritos en la piedra
desde un amanecer
desde la pasión de mi cuerpo
que corteja las calles escarpadas.
En las torres erguidas
germinan las simientes de nuestra morada.
Por qué no creías en aquellos árboles con diademas.
No los abandonaré.
No tengan miedo.
Con los brazos del tiempo
estaré en la tierra prometida
y el mar me dará su éxtasis.
Seré la que oyó la música con el bosque.
Cristina Pizarro-