Te aguardo, primavera,
en los tiempos del agua,
y en los azahares blancos
danzando por el suelo
y vistiendo de novia, las veredas.
Te aguardo en las ramas del sauce
con sus pies descalzos,
regresando en verdes esperanzas nuevas,
para amarse otra vez con el río y la piedra.
Te aguardo en este invierno
tan largo, tan eterno,
con un resto de savia corriendo por mis venas
para abrir, primavera, mis ventanas y puertas.
Te aguardo en el tiempo del lirio y de la rosa,
de la tinaja vieja
esperando para gestar en su vientre el mosto nuevo;
te espero en la acequia abierta,
que regará la espiga para alumbrar la siega
cuando diciembre sea un coro de coyuyos
madurando la siesta.
Te espero primavera amiga,
hermana,
amante de la tierra,
aunque sea esta la última primavera
que tenga…
Y finalmente, tan solo por decir, te digo:
guárdame primavera en tu ternura,
guárdame en la siembra y la cosecha;
y en la hora de prolongarme,
ya sin sombra,
guárdame primavera entre tus brazos,
y en la saliva ritual,
conjunción de agua y greda.
Gustavo Córdoba-