Valiente y hermoso
no pudo la muerte malgastarte.
Mis labios
te hacen inmortal:
te he amado mucho.
Sin falta recuerdo
el fulgor de tus ojos
la magnolia de tu piel
tu sonrisa de malevo
tu rítmico andar
y esa manera de engañar
que sólo en ti perdono.
No volverás,
ya lo sé.
Tampoco soy el mismo
que amaste.
El daño y las penas
han hecho de mí un despojo
y de mi alma
una errante sustancia.
Y entonces
de repente
en un café
de Alvear con Uriburu
apareces.
Te veo llegar,
me buscas
y como si nunca hubieses partido
me saludas
y sonríes desde esa eternidad
donde te amo.
Vana es la muerte
para quien sobrevive
y sigue amando.
Vana también la vida.
Harold Alvarado Tenorio-