Apágame la luz y dame tu silencio,
deja que las yemas de mis dedos
dibujen,
en la soledad del guerrero,
tu silueta.
Apaga la soledad,
dame tu luz,
siénteme cerca, aunque no estés.
Acállame el silencio,
y a media luz los dos cuerpos
revolotean, cual mariposas,
en la cima del sin ser.
Apágame la luz,
deja que mi cuerpo
juegue con tu alma
y te diga en silencio
que eres la estrella que le alumbra.
Apágame la luz,
apaga tu silencio,
toma mi alma.
…me gustas cuando estás silente,
porque te siento mía.
Del libro Historias en canela y taller
Javier Saceda-
Pingback: 28 de febrero de 2018 : : Cronica Literaria