En el desenfreno de un grito,
una mujer suplica
desnudarse de arena y vestirse de sol,
mientras observa, quieta y cautiva,
la orbe gris que alumbra el tejado,
divisando horizontes de ladrillo.
El meneo morboso de las ramas
se quiebran en rugidos
que develan los temores.
Es la tormenta que avisa
que mojará el asfalto
y teñirá de verde la plazoleta.
Descalza y desvelada
sale al encuentro del relámpago,
mientras llueven sus ojos nostálgicos
sumida en la tempestad de un sueño.
Betina Saredo-
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