El sur se agrisa de pronto
entre relámpagos fieros
y en un retumbo de truenos
arremete el aguacero.
La tierra se abre en aromas
para los filos fresquitos,
y una pátina de charcos
retoza entre los globitos.
Entonces la tarde crece
en risas como campanas,
los techos regocijados
y a pleno niño las ganas.
Mansamente cae el cielo
y detrás de los visillos,
la lluvia junta los rostros
ansiosos de los chiquillos.
Fresca corre el agua, fresca,
sobre cunetas cercadas
por canillitas de barro
y algarabías mojadas.
Desde la urgencia descalza,
la siesta ignora la casa
con súbitos botecitos
y marineros de estraza.
Yo navegué esos barquitos
con rumbos ensueñecidos,
capitán de dulces mares
donde no amarra el olvido.
Y en esos barcos se fueron
los sueños, la edad dorada,
los júbilos de las lluvias,
la vida, como si nada.
Abel Edgardo Schaller-