Jesús, dame una señal,
un evangelio sin dudas
donde la mano de Judas
no me traicione al final.
Arde la noche, el cristal
del Apocalipsis vuela;
el tiempo clava su espuela
en los ojos del vidente.
Jesús, nadie se arrepiente
del pecado.
La gacela
de la noche se disfraza,
hay una cruz que vacila,
un arcángel que vigila
cada rincón de la casa.
Voy a morir en la escasa
soledad de mi inocencia;
el sol hace penitencia
en el altar del ocaso;
Jesús, peco en cada paso,
no soporto la obediencia.
Me detengo ante la puerta,
busco los peces, el pan;
pero veo que no están
donde los creí. Desierta
queda la calle. Despierta
mi sombra y a contraluz
escapo solo con tus
discípulos a la gloria.
Jesús, cámbiame la historia,
cédeme un puesto en tu cruz.
Agustín Ramón Serrano Santiesteban-