El astro rey asoma
su melena de albura
sobre la línea que estira
el horizonte.
Hay un manto de escarcha
en la alfombra invernal
de la mañana.
Sin embargo,
brillan perlas de rocío
en el rostro
del pasto madrugado.
Y yo,
noctámbula empedernida,
abro los brazos.
Respiro el aire puro.
Veo el camino
y doy gracias a Dios
porque al oeste,
a espaldas de mi frente
y de mí misma,
bosteza su cansancio
la oscuridad suicida
mientras se llena de trinos
y de luces
el largo silencio
de la noche.
Julia Burguener-