Dejábamos esa noche
nuestro amor
perdiéndose en las sombras
en la altura de tus ojos
que eran comidos por la noche
tus pechos saltando
entre mis manos
las caderas dejando
huir mis manos
asiéndolas
tratando de no dejar
huir el atolladero
de los vientres
el doloroso sentir
que la eternidad
me amaba a mí
y era tan frágil.
Jorge Isaías-