Que se vino de pronto entre galaxias
con un suspiro tenue, imperceptible.
Que se vino de lejos entre asombros
con las manos rebasando de súplicas
para hendirlas en nuestros poros
con la distancia muda que se quedó
/ agazapada
esperando la acción.
Que se vino y quedó anclado a nuestros
/ desenfrenos
obturando la vergüenza con palabras.
Que llegó para encontrar el eco gemelo
de los pasos, de las manos, de nuestros
/ sentidos
con el eco de sus labios: era Dios.
Pedro Raúl Sánchez