La sombra de las torres suele verlos
correr en otra piel, ensuciarse la boca con el viento
esa mancha que busca
empeñada en el aire de una mujer y un hombre
volteados al pasado
abraza soledades de cuando ellos soñaban
el año de Dragón en su equinoccio.
Inesperados, previsibles
se obligan uno al otro recuerdos de ceguera
que la memoria olvida, pero intuye que tuvo.
El país que fueron duda de sus vidas.
Y nunca sabrán cómo siempre acaban perdidos
abajo de esas piedras de la noche.
José Antonio Cedrón-