Cerrar los ojos
y dejarme invadir
por aquellas tardes
con olor a eucaliptos,
erizar mi pecho, exaltarlo,
si vuelven las caricias de mi madre,
si retornan los pasos de mi padre
increpando al viento.
Cerrar los ojos y dejarme llevar
a tiempos de guillotinas
y salones luminosos,
irme donde habita la magia,
donde soy aún reina triste,
frágil hombre,
sediento pez.
Cerrar los ojos y reencontrar a los ausentes,
a los despiadados caballeros de mis noches,
a los Dioses en que creí.
Habitar de nuevo las mañanas
y recobrar mi cansancio
esas ganas de flotar
y la música.
Cerrar los ojos y recorrer de nuevo las cavernas,
sentirme agua/desierto,
milagro y diablo,
ser de la flor pétalo deshojado.
Beber la sangre que derramé en antiguos sacrificios
y dejar a la intemperie
esta piel que fue testigo del hechizo.
Cerrar los ojos
y que las sombras sean
intersecciones,
eterno desafío.
Gustavo Tisocco-