Por estar contigo mudé de rebaño,
tomé el verde prado que me apetecía,
me instalé en tu mundo sin que te inmutaras,
sin que me ofrecieras espacio o regaño.
Y al tenerte cerca, dulce tiranía,
busqué, reconozco… que te enamoraras.
Por estar contigo dejé fronda y nido
en pos de azul cielo y sol insolente.
Hallé el firmamento a veces oscuro,
otras fulgurante de plata bruñido.
Desafié el peligro de modo imprudente
al soportar vientos que golpeaban duro.
Me guardé celosa tu encanto en el alma
cual flor entre hojas de sacro breviario.
Me sentí una ninfa que desaforada
bebía tu licor con prisa y sin calma.
Por estar contigo sollozaba a diario
de dicha o de pena, pero apasionada.
Me cosí la boca para no hablar de esto
ni conmigo misma, ni con Dios. Silente
deambulé tormento y placer con la rara
certeza de andar entre rumbos opuestos…
Cuando la cordura me gritó: “Detente!”
me fui de tu vida, sin que lo notaras.
Silvia L. de la Cal-