El poema es un eco.
Una flor yuxtapuesta.
Un sonido de grutas sin liquen.
Una perla que oculta cadáveres.
Una herida en formol disecada.
El poema es un agua.
Produndez. Turbiedad. Cañerías
de sangre a presión y diástole.
Un tampón de saliva reseca.
Lengua y labio. Arena y desierto.
El poema es un fuego.
Mil cerillas o dedos palposos.
Combustión que se arde a sí misma.
Un calor gaseoso en la pelvis.
La bombilla que alumbra mi nada.
Tomás Salas-