Hay un lejano llanto y un suspiro
por tantas cosas, es decir la vida
que sobre el hombre sin cesar gotea.
Pero también se escucha una oración
de un alma buena que es igual al agua
bebida por el hombre atormentado.
Los astros nos observan silenciosos.
Sellada está la suerte de la mosca
que aquella araña cazará y la flor
de los rosales se ha de abrir entonces.
Un lobo de ciudad aúlla y sube
su triste aullido y otras veces baja
a los difuntos de color de polvo.
Con gracia una amarilla mariposa
se posa sobre un solo pensamiento:
“No teman porque yo he vencido al mundo”.
Delfina Acosta-