Subió al andén
de su desesperación.
Compartió el humo
de la hinchada triunfante
y el olor de un choripan postergado
le hizo ver la alegría
de la gente que esperaba.
Miró sus manos vacías
y supo que no estaba solo.
Postergó su crisis,
y al compás de bombos y banderas
volvió a su casa
a festejar.
De La inmovilidad de los ruidos.
Raúl Pérez Arias-