Dejar de serlo tras de haberlo sido.
Dejar de amar después de haber amado.
Dejarlo todo y no haber dejado
nada que no estuviera ya perdido.
Haber tenido el corazón rendido
como quien se sabía derrotado.
Haberlo puesto todo en el costado
de una llaga sin daga y sin sentido.
Haberle dicho un día y otro día
que era como la flor de la alfaguara.
Haber caído en tan adversa suerte,
yo que lo quise tanto y se reía.
Tener la gloria entre las manos para
abandonarla en brazos de la muerte.
Vicente Núñez-