Peregrinos son tus besos,
erráticos y pordioseros,
habidos de placer, de sol y fuego.
Peregrinos de la noche,
arrecife de mis besos
son tus labios pordioseros.
Acaecidos de sed,
son los míos limosneros.
Trigo de amapolas
sucumbo a los pecados de tu piel y de tu cuerpo,
a la madreselva de tus besos
enjambre de delfines
que emergen de mi deseo.
Cúbreme con tus manos,
átame con tus senos,
embrújame con tus ojos, llévame a tu sendero
bajo la sombra de tu vientre que se estremece
al contacto de mis dedos.
Solitarios son mis besos,
necios y pordioseros
que buscan el aroma de la tarde
impregnada en tus luceros…
Luceros agazapados,
arrinconados en el almizcle de tus labios,
en el pebetero de tu cuello
en el jazmín de tus caderas,
allí donde nace el deseo.
Gildardo Gutiérrez Isaza-