Camina, el caminante errabundo,
famélico de guías,
de cartas fluviales, tan azules,
de aire sin hedores,
de rostros sin espasmos.
Camina como arriero
de su propia carcaza,
de sus amigables incertidumbres.
Marcha,
fabula playas
que no ha visto
y arenas de bronce.
Allí se tenderá
esperando los trotes del viento,
la espuma que lo acune.
El fin de los caminos.
Del libro de la autora: Los Indicios
Haidé Daiban-