No hay un incendio más fuego
que este viento en el poniente,
por donde el alma lo mire
arde sin pausa la muerte.
En la sed del apenado
echa nido la sequía,
el zonda que es viento en llamas
quema la siesta del día.
Santiguado va hacia el viento
como la luz de noviembre,
ese terroso ancasteño
poblador del cielo agreste;
la lluvia es sólo recuerdo
del que ve el incendio siempre.
Por la luz del apenado
lleva su infierno la tierra,
de pie con la sed ardiendo
crepita un sueño que aterra.
Sitiada por la sequía
la lluvia espera sin sombras;
sólo el agua de los ojos
es lluvia de la memoria.
Aníbal Albornoz Ávila-