Sé que mi vida se repliega ahora
a una trinchera móvil
cavada en húmedas cajas de cartón,
a estallidos súbitos y ansiosos
de cintas de embalar voraces.
Aquí fue donde bailamos
el rockanroll de las patatas fritas.
En esta cama casi muero.
Llorabas desconsolada en esa silla
y yo sólo atinaba
a besarte las manos.
En el final el eco rebotando
de pared a pared
y obstinados imanes
aferrándose a la heladera muerta.
Sumisos, obedientes,
nuestros fantasmas
cancelarán las deudas,
nos buscarán sonriendo en los espejos,
regresarán correspondencia
a desesperanzados remitentes.
El polvo de los años
se asentará cantando
sobre estos pasos últimos,
este murmullo incontinente…
Silencioso llanto de babosas
en el patio:
las despedidas las abruman,
pobres bichos.
(De Amores muertos)
Gerardo Lewin-