Tus ojos me miran desde esas fotos en el diario, imágenes en el televisor, esos recuerdos que cada año vuelven. Tu mirada, tu figura de muchachito alcanzando quizás tropezones tus 18 ó 19 años; tus manos que acariciaban un fusil y no era de juguete como con el que jugabas en tu niñez (ahora sabemos que no era mejor que ese juguete). Te encontraste de la noche a… la mañana en Malvinas, esas islas que desde tu infancia, te enseñaron, como a mí: “Son nuestras, son argentinas”.
Al mirar esas imágenes quiero descubrir tu interior y me pregunto ¿qué habrás sentido? Alegría, orgullo, por haber sido elegido para tamaña tarea? ¡devolver las islas a tu patria! Te habrás sentido especial, un privilegiado, vos, un soldado recién incorporado, sin ninguna instrucción, ¡en un campo de batalla!
Y después, pasaron los días, ¡qué pueblo iluso, nada fue como “los de arriba” nos habían dicho; era imposible derrotar al pirata!… y vos te encontraste con la soledad, el frío, el hambre, el dolor…
Malvinas, un sentimiento…
Malvinas, una herida abierta…
Malvinas, donde quedó tu cuerpo, tu sangre derramada sobre esa tierra tan querida y nuestra…
Cada año vuelven los recuerdos, vuelvo a ver tus ojos que me miran, y me hace mal, impotente golpeo el aire con los puños apretados, corren lágrimas por mis mejillas…
Pero me quedo con la imagen de tu rostro, tu figura de soldado empuñando tu fusil, y me siento orgullosa de vos, por tu valor y tu coraje…
¡Soldado, hermano mío, descansa en paz, hoy por vos también llora el cielo de Malvinas!
María Susana Seguel-