Alguna vez me sentí así, como esa silla.
Arrumbado, en un vértice enmohecido,
mientras los relojes seguían su rítmica costumbre
y el óxido se deslizaba por mi osamenta.
Sólo una gota perforaba el silencio.
Baldosas cubiertas de polvo que el recuerdo ya no abraza.
Quise dibujar con mis dedos en la pared descascarada
y sólo logré hacer caer pedacitos de tu lila tan soñado.
Hoy sólo sombras se han apoderado de nuestras camas.
Y esa puerta no se abre hacia ningún retorno.
Aníbal Jorge Sciorra-