Miro el mar que apremia delfines y con las manos juntas velo el agua de las mareas que
se retira entre algas y guijarros.
Me pregunto: ¿Alguna vez el tiempo dirá lo que no pudo nuestra perdida eternidad?
La noche suspira y abre aromas oscuros. El mar desde su garganta verde se desmenuza
con saliva espumosa de las olas que mueren en la playa.
Yo, mujer , añoro el rigor del gozo, la fecha oscura en que nos amamos, el reino
inerme del ocaso, el minuto fugaz de azul y rosa que se hace forma en los peces que
nadan en claridades alba.
Bajo una fría luz lunar y grafismos de gaviotas el dolor hiere, astilla, fatiga. . . quizás el
amor valga por su pena.
Pájaros engrillados en mis pupilas no suben al cielo para encontrar la gloria de morir en
sueño, con la conciencia del mar fugitivo que se hunde, se enarbola, se encrespa y
como mi ser. . . no se colma.
¿Alguna vez el tiempo dirá lo que no pudo nuestra perdida eternidad?
En la orilla y sobre la arena mi pie dibuja un nombre.
¡Mar, no vengas!
Y calla.
Marita Ragozza de Mandrini-
Pingback: 2 de noviembre de 2011 : : Cronica Literaria