Los caballos desbocados
piafan de placer al verte
y en sus venas se delata
la alegría de tenerte.
La luz de internos carriles
dan su toque exuberante
en el instante preciso
que tu voz es suplicante.
En albas danzas galopan
las llanuras de tu piel
con un redoble de patas
en cada golpe de miel.
Bajan los ríos crecidos
de sangres amanecidas,
porque son los herederos
de mis cuantiosas heridas.
Redomones se encabritan
al son de música interna,
porque fieles a su raza
se yerguen con fuerza tierna.
Y en sus locas correrías
van del uno al otro lado
para entregarte su fuerza
con latidos de costado.
Las crines de lanza al viento
se hacen dulces en tu mano,
cuando en el brioso corcovo
son palomas del milano.
Y en el tendido galope
que consume tu horizonte,
entregan su furia al viento
con la placidez del monte.
Jerónimo Castillo-