Cruzar el puente
a la hora en que nadie se mueve,
que nadie avanza bajo el sol.
Todo es silencio.
Al otro lado espera la tarde,
se adelanta, redonda
mezcla de náufrago y de luz
pero, no se puede instaurar en la ausencia
ni una visión,
en ausencia,
la plena vibración de nada
sobre el puente.
Eso de contemplar nuestros músculos
reflejados en el vidrio interior
y ver que se distienden
porque ya nadie los amarra,
laxos de soledad.
Laxos
Lucía Carmona-