Irse por fin con las nubes;
de los otros y sus trampas
irse y no tener que pensar
como sostener otro instante
el sol moribundo del alba.
En el filo desta angustia
de la vieja madera, del alféizar
que ha gastado sus veranos
irse para nunca retornar
como los pájaros se van, irse
por no hallar otra vez
en el bosque de piedra
míseras plumas heladas
sus ojos de vidrio mirando
a la nada. Sin palabras ni cartas
al remoto lugar que todo
lo atrapa irse; en la casa sin tiempo
ser el nuevo huésped desolado
que por desconchadas estancias
a tientas avanza, sin otro destino.
Alejandro Drewes-
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