Él abre su cuerpo al mundo
como quien ata la voz a un árbol
y la multiplica.
Sabemos que es así,
que nada evitará su despedida,
la victoria feroz
del que ha perdido.
Si le dan a elegir
entre el silencio o el silencio,
prefiere el estallido
o la mueca
de su representación.
Ah, mi querido,
la revolución ya pasó
y no nos dimos cuenta.
Se fue como esta noche,
tratando de entender
por qué él
-tan bello y extraño-
se deja atravesar por nuestras flechas,
por qué abandona su cuerpo a nuestro mundo
y nosotros tan lejanos como Dios.
de Jardín en Movimiento, 2003
Enrique Solinas-