Tal vez veas mi mano carente y pobre.
Algo arrugada y marchita pero aun afable.
En las palmas tal vez halles el diluido cobre
y una rosa que esconde una piedra jade.
Tal vez te parezca mi ropa un andrajo
la costra maca inserta y pegada al costado.
Es mi ropa de tierra y obra, ropa de trabajo,
solo una rama de mi sueño trastocado.
Mi barba no rasurada, ausente de crema.
El mentón escondido y el pecho cenizo,
pero ve dentro mi corazón de moneda y
el calor de mi alma que de tanto amar llega al cobrizo.
Si mis piernas andan macilentas y enjutas
no es que han adelgazado por ocio plácido,
ocurre que a veces no toda lo honesto es justo y
la cintura doblada de cosechar la papa ha caído en desgracia.
Pero soy quien sigue mi mano de roble.
Anda y desanda la vida
caminando los sudores del pan y la sed del odre.
Deja pues tu lengua quieta y alerta tu oído
Las palmas en prona de dádiva y la vista de águila,
en el carrusel de la vida suele huir la fortuna
tal vez por andar tanto el agua turbia de la anguila
y los recodos enigmáticos del aire sin destino
Con las manos en espiral y los pies de bravura
Libera de los barrotes tus pérfidos claustros,
tal vez te parezca que todo es espanto
pero en el panal seco de los errantes abastos
la palabra nos apila para retomar el canto.
No todos los inconclusos son eternos y
los que simulan perennes suelen ser difusos.
Ricardo Alvarez