Acostumbra a llevar sus bolsillos rotos
y a sus felices detractores
pisándole la derrota.
El pan duro de la nostalgia
lo espera en la casa con silencio,
allí donde alguna vez hubo alegrías
y una infancia generosa de sueños.
Hoy se acurruca a la sombra del futuro
temeroso de mañanas.
Creció al amparo de la modernidad
pleno de proyectos y humanas ambiciones.
Nadie le advirtió del tiempo depredador
ni del demonio que habitaba prójimo.
Pero no acostumbra a dormir
sin su cabeza reposando en la esperanza
para no despertar zombi
otro día más.
Ricardo Gómez López-