Angeles y diablos nos habitan,
como en una lámina de Escher,
particiones periódicas, simétricas,
flotan como ingrávidas figuras,
se fusionan en una ambigüedad
de blanco y negro,
sus alas se rozan en un delicado equilibrio:
plumas del bien y del mal como metáforas,
un destino de luces y de sombras,
de sueños y de espanto.
Así la vida nos otorga
ambas versiones de ángeles y diablos
talladas en esferas de silencios,
metamorfosis sutiles
hundidas en lo más profundo de la sangre.
Olga Lonardi-