Hoy he salido a dejarme escuchar por el silencio
del camino, abrigándome en la soledad del aire,
para vivir mar adentro el pulso de Dios en mí.
Más allá de sentirme vivo, hay que hallarse vivaz.
Oímos las palabras, pero no escuchamos el pulso,
para sobreponernos del vacío y poder leer la vida.
Hemos de ir a lo profundo del verso para crecer,
que quien se recrea en Dios, de Dios se puebla,
el sumo bien de la verdad en perpetua primavera.
Todo ha de fundarse y refundarse en la poesía,
en la gesta espiritual de un espacio concertado
con la razón humana, que ha de volverse níveo.
Puesto que servir a Dios es colmarse y calmarse.
Abrazarse a Él es crearse y crecerse y recrearse.
Embellecernos para sí, ennoblecernos para todos.
Porque es todo una historia la que nos sublima.
Hoy, todavía, el Señor nos alienta a vivir su sueño,
con la fortaleza del yo y la energía del universo.
Nada perece en este firmamento del que formo
parte y soy todo, del que muero cada día sin morir,
pues todo cuanto acontece se transforma en sol.
Cuando falta la aurora, todo se vuelve confuso.
Tenemos necesidad de faro para reencontrarnos.
Al final, tanto sentir como ver están entrelazados.
Cuando somos un camino en la mirada, sentimos.
Cuando en la mirada somos el camino, andamos.
Sin duda, hay que salir de sí, para dejarse guiar.
Que nada es para nosotros, sino por nosotros.
Que nada es porque sí, sino por lo que somos.
Y lo que somos es Luz que proviene del Creador.
Víctor Corcoba Herrero- corcoba@telefonica.net