En los momentos que nos asalta la duda,
la soledad, el temor,
la intransigencia de los demás,
debemos acorazarnos, cubrirnos pero,
no debemos olvidarnos
que somos alguien.
Alguien que puede estar presente
en este mundo,
en la naturaleza, en lo material,
en los sentimientos de nuestra familia,
amigos, seres queridos…
eso nos muestra que existimos.
Existimos, porque emocionalmente acusamos
la indiferencia de los demás,
de quienes deberían protegernos.
Nos sentimos tristes, apenados,
cansados por la carga de desencantos
que llevamos en nuestra vida.
Vivimos para los demás,
para ofrecer mucho a cambio de poco,
esperando un aliento, un cariño,
un gesto insignificante
que no llega y clamamos casi con lágrimas pero,
debemos tener esperanzas ¡en Dios!
Héctor-