No soy de la noche ni del día.
Mi vida es un verso nunca escrito,
un ave en vuelo continuo,
ajena a los pentagramas y a la tristeza,
como el hombre con canto de futuro
nacido para sembrar sonrisas en flor.
Quiero al peregrino humilde
que ilumina los mundos y los corazones
sólo con el ímpetu de su alegría.
A ese caminante que deshace distancias.
A ese caminante que nunca cierra
los ojos ni el alma
-en su efímero viaje asaeteado constantemente
por los dragones de la maldad–
al hermano que busca
su palabra,
su mano,
su gozo,
su vida…,
es a quien yo amo,
porque él y yo
no somos de la noche ni del día.
Del libro Confesiones al alba I
Carlos Benítez Villodres,