Soy el final del camino,
un cometa sin destino,
mirada seca que llora,
una piel que nadie adora,
una estela sin su manto,
el pájaro sin su canto,
larga noche sin aurora.
Soy esa gema que, sola,
perdió el brillo al no encontrar
una mano que adornar.
La hoja de otoño al viento
que se va sin el intento
de, en un libro, perdurar.
Un velero que ha perdido
del puerto al que no ha de volver:
El vástago que han herido
y no podrá florecer.
Soy esa mujer sin hombre,
que no altera ni preocupa
tu pensamiento, ni ocupa
dentro de tu corazón
el más mísero rincón.
Ya no hay nada que la asombre
ni se aferra a un espejismo,
y hundiéndose en el abismo…
sólo pronuncia tu nombre!
Silvia L. de la Cal-