Poemas

Átropos

Nadie adivinó tu dolor,

ni tu guarida de alcohol

y amores condenados.

Un sol humillante luchaba

contra los visillos cansados

y el silencio acariciaba tu garganta,

alma doliente, melodía incomprensible.

Una tarde alguien te esperaba en el baño

(hojas de afeitar, filo de acero);

allí estaba ella:

Moira ineluctable,

huesuda y severa.

Y decidiste volar.

Se adueñó de tu vida una tarde de marzo,

de vendimia y tonada,

una tarde como ésta,

hombrecito de amor repudiado,

alma doliente en fuga.

Los pájaros te vieron pasar

y perderte en la galaxia

una tarde cualquiera de marzo,

una tarde como ésta,

con tu amor sin destino,

y esa sinfonía tuya,

que nadie quiso escuchar.

 

Cecilia Bigetti-

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