Se ha perdido la luz.
El último rescoldo gime apenas
frío entre las cenizas,
leve como el recuerdo
cuando es la cicatriz parte del rostro
la mueca del pasado
que en el fondo del pozo
nada agrega o sustenta
salvo la vieja historia de aquel jardín marchito,
las velas apagadas tras una despedida.
Se ha perdido la luz como se pierden
las almas en los bosques, la nostalgia,
aquella voz escasa del otoño,
lo que pudo haber sido,
lo que ha muerto
tras un cincel de tiempo sin destreza.
Sólo queda el osario de antiguos restos negros,
las mandíbulas yertas incapaces del beso,
el ombligo del hombre reducido a la tierra,
la luz desbarrancada, pura sombra
por no avivar la llama del festín de la vida.
Silvia Long-Ohni-