Prisionera de ti
y de la promesa de tu abrazo
quedé suspendida y pendular en el tiempo
vibré al son de emociones sugeridas
mirando –repetido- mi rostro
en los espejos.
Tan triste, tan sola,
tan vana
transité sin feriados más años de cautiva;
olvidé probar sabores que la vida,
pródiga,
ofreció donde quisiera que mirara.
Hoy sonrío ante el recuerdo
de esa imagen oscilante
y con ternura
acaricio mi rostro del pasado:
si los planos de la vida se juntan en el tiempo
quizás
quizás este gesto llegó muy sutilmente
y enjugó la lágrima un instante suficiente
para no morir,
y despegar
hacia otros rumbos
impulsada por el viento.
María Correa de Alvarado-