Corazón, usted sabe,
la sonrisa tajeada que le muestro
se cocinó entre curdas, retrucos y arrabales,
urdió con tiempo la diagonal de la locura
y a filo puso un corte a la esperanza.
Ya sabe, corazón, qué poco puede
la utopía desnuda y sin zapatos,
qué nada emparda para alentar el pulso
y esconderse el olvido en las ojeras,
buscar todos los pasos que se fueron,
la cicatriz de un sueño que nunca ha despertado.
Lo sabe, corazón, porque se muere
con cada sol que muere con nosotros
y no quedan razones para el día.
Silvia Long Ohni-