Callabas…
tu rostro misterioso
era pálida esfinge.
Sólo el susurro del viento
invadía el sopor del aire.
El deseo silencioso
coronó la noche insomne
y tú, melancólica musa,
entre ardientes abrazos
y proféticos cantos,
desperezabas
del milenario letargo,
sobre la aguzada escollera
de maléficas sirenas.
Embriagadora…
bella noctiluca iridiscente,
cruel e irresistible,
me devorabas…
Viviana Walczak-
Estimado Marcelino, gracias por publicar «La sirena de Ulises» y por enriquecernos culturalmente, a través de esta bella e interesantísima Crónica Literaria…!
Un abrazo.
Viviana Walczak