Dicen que hay que morir dos veces
para escribir este segundo verso.
El que muerde una aceituna y siente
los nudos del olivo en el corazón del gusto.
El que ve su corazón en el ojo del aljibe.
El que pule una perla de menta, de mentira,
contra la lija de la glotis,
contra la llaga de la lengua.
El que toca en la nuez una madera
trabajada en el buril de insomnio.
El que ha llegado a un puerto de cansancio
y dice que no puede tironear su propia sombra
y se frota el empeine de un zapato
contra el calcañar del otro.
El que quiere colorear y calca.
El que busca en la fractura un pie
con melancólica intuición,
con la intuición como bujía sola.
El que ya murió una vez y busca
una segunda muerte para agonizar un metro:
ese que fuma para envolverse en humo.
de El lago de los botes-
Edgardo Dobry-