Sólo alcanza
para hablar unos minutos.
Cae la ficha
y el hombre se estremece.
No recuerda
el motivo del llamado
ni el sentido del mensaje.
Sin embargo sigue allí,
endurecido por la pena,
aterrado por olvidos
que él mismo multiplica
al mover sus labios temblorosos.
Horacio Laitano-